El Acuerdo sobre el estatuto de las Fuerza Armadas entre Estados Unidos y Japón (firmado el 19 de enero de 1960)
El año pasado (2022) se celebró el cincuentenario del “Acuerdo de reversión de Okinawa”. Fue entonces cuando Estados unidos cedió la Prefectura de Okinawa a Japón.
Sin embargo, unos 50 mil soldados y personal estadounidenses todavía residen en esta isla al sur de Japón. En total, hay unos 100 mil soldados viviendo en 130 bases militares en todo Japón y en la ciudad de Iwakuni, donde vivo, también habitan 10 mil militares y sus familias.

Estas bases militares establecida por el tratado de “Acuerdo bajo el Artículo VI del Tratado de Cooperación Mutua y Seguridad entre Japón y los Estados Unidos de América, con Respecto a las Instalaciones y Áreas y el Estatus de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en Japón”. Han desencadenado muchos problemas sociales y políticos de los que quiero hablarles.
Aclaro que no pretendo criticar las bases militares y el personal militar o trabajadores, solo planteo el problema de ese “acuerdo” que viene siendo la raíz de todo.
Entre todos los problemas que existen a raíz de este “acuerdo” (que no ha sido renovado desde su inicio), se destaca que los militares o trabajadores estadounidenses de estas bases no están sujetos a ciertas leyes japonesas. Les da una posición preferencial a estas personas, entre los cuales:
- Japón no tiene autoridad para investigar accidentes o incidentes que ocurran durante el servicio militar oficial, lo que significa que la policía y fiscales japoneses no pueden arrestar o procesar a estas personas.
- Los soldados estadounidenses están exentos de las leyes de inmigración y pueden ingresar al país sin pasaporte, ni cuarentena a través de la base.
- Las aeronaves militares estadounidenses tienen prioridad sobre todas las aeronaves comerciales en el uso de los aeropuertos japoneses. Estos aviones aterrizan unas 300 veces al año en el aeropuerto del país, causando problemas a los aviones comerciales que no pueden aterrizar.
Repito que no estoy en contra de las bases, la mayoría de ellos trabajan honestamente en Japón, los civiles japoneses también trabajan en las bases militares y en mi ciudad, por ejemplo, hay espacios para compartir la cultura y el idioma de los dos países.
Sin embargo, si llegan 100 mil militares, existe una alta probabilidad de que gente con malos propósitos se cuelen y aprovechen este acuerdo para evitar ser juzgados en un tribunal japonés.
El incidente más impactante que se tiene noticia, es la violación de una niña de 12 años por tres soldados estadounidenses en Okinawa (1995). A pesar de la gravedad de sus acciones, la policía no pudo arrestarlos ni investigarlos por el “acuerdo”.
Como era de esperar, los residentes locales (cerca de 85 mil ciudadanos de la prefectura de Okinawa) e incluso el gobernador de Okinawa se manifestaron para protestar contra los militares y la base, finalmente entregaron a los sospechosos a un tribunal japonés para que los juzgara.
Después de este acontecimiento, las relaciones entre la base y la policía han mejorado. Cuando sucede delitos graves como asesinato, agresión sexual, etc; la base militar entrega al sospechoso a la justicia japonesa bajo la “consideración favorable”. Es decir que no es por el cumplimiento de las leyes japonesas, sino por consideración de la base militar.
Además, a parecen otros problemas como el ruido y accidentes con los aviones de combate en las ciudades, los ciudadanos exigen garantías para las victimas japoneses y que los causantes asuman su responsabilidad.
Por otro lado, es cierto que la seguridad nacional no se puede mantener sin el ejército estadounidense, y mantenemos la paz con otras naciones bajo su protección. Irónicamente, Japón dice que nuestra esperanza es construir un mundo sin armas nucleares, pero vivimos y estamos “seguros” bajo las armas atómicas estadounidenses.
Aunque en otros países con bases militares estadounidenses, con el tiempo han renovado activamente el acuerdo para ambos países. Pero solo en Japón se ha mantenido sin cambios, lo que destaca debilidad diplomática japonesa.
En diciembre del año pasado (2022), un marino estadounidense de la base de Iwakuni, robó un carro en un concesionario de automóviles usados y provocó un accidente de tránsito con el carro robado.
Gracias a la investigación policial, rápidamente encontraron al sospechoso, pero debido al “acuerdo” no pudieron arrestarlo. Si bien esto es claramente un delito, se necesita mucho tiempo y proceso para juzgarlo; solo la víctima recibió dinero por los daños, parte pagado por el gobierno japonés, es decir, nuestros impuestos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el periódico estadounidense “The New York Times” escribió dos artículos muy similares y contrastantes.
Uno de ellos era para Alemania, decía algo así: “Alemania ha fracasado por los nazis y Hitler, sin embargo, vamos a apoyar todo lo posible a nuestros amigos alemanes para reconstruir su país, si ellos excluyen a los nazis”.
Para Japón, en cambio, dice: “Este monstruo (Japón) está muriendo, pero todavía está vivo. Por lo tanto, tenemos que exterminar completamente, sacándole los colmillos y huesos” (14 de agosto de 1945). Debajo del artículo, dibujaron un bagre feo y grande, cuyos colmillos fueron arrancados por soldados estadounidenses.
Bajo estas ideas se elaboró el “acuerdo”, imaginando a los japoneses como “monstruos” que debían ser manipulados. Es una pena que esto continúe hasta nuestro tiempo y los diplomáticos japoneses no estén haciendo nada.