
¿Qué se te ocurre cuando piensas en Japón?
Tal vez una de las primeras cosas que te vengan a la mente sean los samuráis, esos guerreros legendarios que han protagonizado muchas obras de anime, manga y cine, como “Rurouni Kenshin (Samurai X)” o la famosa pelicula de 47 Ronin con Keanu Reeves. Además también son un símbolo de orgullo nacional, y hasta el equipo de fútbol de Japón se llama “Samurai Blue”.
Los samuráis formaron una clase social de guerreros que sirvieron a los shogunes (generales militares) en Japón desde la época medieval hasta principios de la era moderna. Sus valores y su código de honor eran muy distintos a los de la sociedad actual, y reflejaban su condición de combatientes profesionales.
El dominio de la espada era una habilidad esencial, ya que era su arma principal en el campo de batalla. Sin embargo, para ser los mejores no era suficiente entrenar con sus propios compañeros usando armas de madera o bambú, pero a la vez era innecesario perder la vida en un entrenamiento con sus compañeros usando armas verdaderas.
Para ello, adoptaron una forma de entrenamieto llamado “Tsujigiri” que significa literalmente “cortar en el cruce” y consistía en probar sus espadas y destresas con personas de estatus inferior al suyo, sin ningún tipo de compasión. Este acto nos parece inhumano e inaceptable hoy en día, pero en el contexto historico de Japón y hasta principios del siglo XVII, la frecuencia de las guerras y la división entre castas hacían que la muerte de comerciantes, agriculturos, mendigos o personas fuera de la aristocracia fuera algo normal.
Sin embargo, la situación cambió radicalmente cuando terminó la era de las guerras internas a finales del siglo XVI. Los samuráis perdieron su función y su prestigio como guerreros, mientras que los comerciantes y los agricultores prosperaron con el desarrollo del comercio y mejoraron su nivel de vida.
Ante este cambio social, el gobierno estableció una serie de leyes para frenar la violencia de los samuráis y proteger a todo ser vivo. Una de estas leyes fue la “Ordenanza de compasión por los animales vivos”, que daba valor generalizado a todos los seres vivos e imponía la pena de muerte a quien matara hasta a un perro.
Esta ley fue muy impopular entre los samuráis de la época, que la consideraban “la peor ley del mundo” y en mi clase de historia, nos enseñaron que esta ley era un ejemplo de cómo la paz absoluta y aburrimiento puede llevar a tomar decisiones excesivas.
La palabra samurái puede evocarnos la imagen de un guerrero orgulloso, de la nobleza y que posee un código de moralidad elevado. Sin embargo, también se podría argumentar que era un ser humano cruel y despiadado.
La historia no es una verdad absoluta, sino que depende del punto de vista desde el que se narra, y en estos días he reflexionado de nuevo sobre la importancia de analizarla desde diversas perspectivas.